lunes, 20 de octubre de 2014

Sueños, entre otras necesidades más.

          Me preguntan sobre qué es lo que he vivido en el albergue, mi respuesta es: la humanidad tan pura que puede haber dentro de una realidad tan inhumana. Aquí se es testigo de los grandes anhelos que luchan contra los sedientos monstruos del hambre, violencia, odio, incertidumbre, entre otros más. Todo resumido en lo que es una amenaza para la dignidad humana. Esos grandes anhelos se encuentran en historias, esas historias tienen nombre y apellido pero la mayoría de la gente sólo les pone un nombre: "migrante".
Todas las historias son únicas, unas buscan un bien propio y otras buscan brindarles una mejor vida para su familia como la de José Murcia, hondureño de veintiún años. Me encontraba curándole sus ampollas y heridas que tenía en las plantas de sus pies, "caminamos tres días en el monte y cruzamos pantano" me platica mientras se rascaba sus pies y tobillos llenos de ronchas. Le pregunté por qué migraba, de repente una enorme sonrisa se dibujo en su rostro acompañado de unos ojos llenos de ternura y me dijo: "Tengo a mi princesa de ocho meses en Honduras y busco darle una vida mejor". Fuerte, de corazón catracho, consciente que no la va a ver por unos años. O como la de Wildem García, joven de dieciocho años, alivianado, pero sobre todo valiente me dice: "Estoy aquí porque mi madre ya no puede trabajar, tengo tres hermanas y yo soy la única esperanza para sacarlas adelante". Wildem había caminado cinco días por la cantidad de operativos que había en el sur del país. Así Wildem pudo comer ese día, descansar bajo un techo sin la inseguridad que le hagan daño o roben mientras duerme, para que el siguiente día cargue su mochila y siga con su camino montado en ese animal de acero,  arriesgándolo todo con el fin de ayudar a su familia.

Aquí abres los ojos a una realidad cuando te encuentras cargando una pierna para que puedan curar el pie que es testigo de las toneladas de ese traicionero tren con sus ardientes ruedas de acero. O cuando estas curando una herida en la cabeza, hecha por la dureza e intolerancia de una pistola. Empiezas a ver con tus propios ojos lo que una vez leíste en las noticias, pero hay algo esencial que no te dicen aparte de que en ocasiones omiten o distorsionan lo que es la realidad. A esa parte esencial yo le llamo: "sueños". Sueños de no vivir en un infierno y estar empapados de la armonía que uno busca, "Fe” o “esperanza" de que esos sueños realmente, con esfuerzo, pueda ser su realidad y "filantropía" en la que el amor nos genera la belleza de ver al otro como un verdadero hermano en el camino.

Carlos Chapa
Voluntario del albergue 2014.

1 comentario:

  1. Ojalá continúen revitalizando este blog, aunque parezca que hay poca respuesta a él. México es casi todo él lugar de tránsito migratorio, y muchas veces exceptuamos de él el sitio en que vivimos, y nada hacemos por ellos. La realidad de ellos es fuego, y ustedes nos ayudan a que ese fuego se convierta en incendio: el de la hospitalidad, que va más allá de un mero dar de comer al hambriento, pero que por ahí puede empezar. Poco puedo (¿o quiero?) solidarizarme efectivamente con ellos, pero lo mínimo es esto: ¡Animo, voluntarios!: La narración de su experiencia nos ayuda a todos, si queremos... Y muchas gracias...

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